Mercedes, una anciana ciega que vive en la miseria con sus dos nietos, se aferra a la vida anhelando con desesperación recuperar la visión. Don Lizardo y doña Cucha, una pareja de ancianos resignados a su condición postrimera, luchan por terminar de construir el lugar donde deben reposar sus restos, junto con los de su hijo muerto. Una anónima y belicosa mujer desahuciada, arrancada temporalmente del suicidio por la accidental llegada de un hombre que eleva encendidos discursos motivacionales en su programa radial. Esas tres historias conforman “Caídos del cielo”, una de las mejores cintas de la historia del cine peruano.
Es don Ventura, personaje clave de esta historia, quien a través de su programa “Tú eres tu destino”, hace de sutil vocero de la tesis cuyo poder de generalización se cuestiona. En medio de una coyuntura de crisis económica, y una atmósfera de precariedad y desolación, enarbola de manera cuasi quijotesca por las ondas radiales, un persuasivo discurso que busca demostrar a través del ejemplo de célebres historias de vida, y de sencillas argumentaciones, que no hay obstáculos invencibles para transitar por los aparentemente vedados caminos de la realización, el éxito y la felicidad. “Todo está en nuestras manos, en nuestro estado mental. El deseo del éxito es la clave que separa a los vencedores de los vencidos”, son algunas de sus simples sentencias que pueden operar como la cara rudimentaria de concepciones filosóficas que señalan al hombre como responsable – incluso moral – de su propia construcción, como verdadero artífice de su suerte, en vista de su intrínseca libertad.
Sin embargo, la prédica de don Ventura se estrella frontalmente con el escepticismo de una mujer que por su mortal tragedia y por su anonimato, se convierte en una metáfora de la final condición homogénea y descartable de los seres humanos. Es la mujer quedon Ventura salva del suicidio al inicio de la cinta, impidiéndole a la vez ejercer una de las pocas libertades que le quedan. “¡Tú les mientes a las personas, tú crees que todo lo arreglas con palabras ¿no?!”, son expresiones que desacreditan la posición del hombre de radio frente a su particular situación, o frente al infortunio de otros seres que también enfrentan adversidades inobjetablemente más fuertes, si no invencibles, y ajenas a su voluntad. Situaciones que los van arrinconando en su desgracia, restándoles margen para elegir libre y tranquilamente un sentido distinto para su existencia, como son los casos también de Mercedes o de la pareja de ancianos.