Aunque sólo Oso lleva la cuenta, han pasado siete años desde que cayó
preso por homicidio y robo a mano armada. Es un hombre parco,
impredecible, violento por naturaleza o por necesidad, y es probable que
en todos estos años no le haya dicho a nadie lo que oculta en sus
silencios y la tristeza de su mirada. Alicia, su hija, cumplía un año el
día del asalto y Natalia, su mujer, quizás nunca lo haya perdonado.
Ahora, mientras sale a la calle en libertad condicional, Oso piensa que
tal vez pueda volver a empezar. El Turco le debe todavía su parte del
asalto y a través de un compañero de celda contacta con Güemes, que lo
emplea como chofer en su agencia de taxis. Oso ha perdido a su mujer que
vive ahora con Sergio y su hija apenas lo recuerda, pero Oso está
dispuesto a recuperarlas o al menos a reparar los daños.