06/04/13Rescate en medio de la corriente. Un hombre es salvado por un grupo de voluntarios en medio de la violenta inundación, en pleno centro de Villa Elisa. El agua dejó entonces un muerto y 90 mil afectados. Mauricio Nievas
El espanto inicial de los platenses por la tragedia que dejó más de medio centenar de muertos no tardó mucho en transformarse en bronca visceral. Pueden perdonar las catástrofes naturales, súbitas, irremediables, pero no la indolencia política, profundamente humana. La indignación apunta desde abajo hacia arriba, abarcando toda la pirámide de funcionarios, de la intendencia a la Nación, queuna y otra vez desoyeron las advertencias. En La Plata hubo entre 2002 y 2010 cuatro inundaciones importantes, una más devastadora que la otra. Hubo numerosos planes, competentes proyectos, pero ninguno prosperó por mezquinos intereses o desvíos de fondos para iniciativas que daban más réditos en las urnas.
Esa desidia la terminó pagando la gente, que perdió lo que tenía bajo dos metros de agua. O peor, buscando a sus muertos arrastrados por la corriente.
Un rápido recuento de los hechos más importantes da una dimensión del problema. El27 de enero de 2002 la ciudad se conmovió por una inundación que la sumergió casi por completo: cayeron casi 80 milímetros en una hora. Más de 70 mil personas tuvieron que buscar refugio en los centros oficiales. El intendente en ese momento era Julio Alak, el actual ministro de Justicia. Dos años después, para prevenir otro desastre similar, un equipo de expertos le presentó un plan de obras hídricas, con alcantarillado y desagües que tenía como eje la cuenca del arroyo El Gato.
La propuesta no avanzó.
En marzo de 2005 reapareció la catástrofe, imprevisible, claro, y la ciudad quedo otra vez anegada. Un drama que los medios reflejaron con crudeza mientras los políticos lo lamentaban.
Antes de dejar su cargo en 2007, Alak se apresuró a inaugurar el promocionado “conducto aliviador”.
Sólo se concretó la primera etapa.
Al actual ministro lo reemplazó otro peronista, Pablo Bruera, que a los pocos meses de asumir, en febrero de 2008, tuvo que enfrentar otro escenario caótico por las fuertes lluvias, que dejaron más de 90 mil afectados y un muerto. En ese momento un informe de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata –publicado por Clarín – advertía que el panorama iba a agravarse “si no se contiene la urbanización descontrolada y no se trazan planes hidráulicos adaptados a estas tormentas”. En marzo de 2010 la realidad le dio la razón: el agua tapó gran parte de Ensenada.
La catástrofe anunciada llegó, y devastadora.
Los especialistas lo previnieron de todas las maneras posibles. Hace seis años el ingeniero Pablo Romanazzi, experto en hidrología, presentó un trabajo junto a Arturo Urbiztondo. Recomendaba mejorar la capacidad de conducción del curso del arroyo El Gato y luego concretar la ampliación de conductos troncales.
“Lamentablemente no se hizo nada. Era evidente que esto iba a volver a pasar”, dijo a Clarín el jueves.
Mario Hernández, profesor titular de hidrogeología y director de la maestría en eco-hidrología de la universidad platense, lo explicó de manera sencilla: “En los últimos 20 años hubo un crecimiento en las construcciones que no fue acompañado por el sistema de desagüe pluvial. Es cierto que la lluvia fue extrema, pero si se hubiera puesto en marcha un plan de contingencia eficiente hubiera habido menos muertes ”.
La tempestad popular golpeó de lleno en los distintos estratos gobernantes. Generó fisuras y cruces agrios. La ministra Alicia Kirchner, vapuleada por un grupo de inundados, le cuestionó a Bruera que no se haya participado de la recorrida junto a ella.
“¡Tenés que poner la carita!”, le dijo. Desde el Ejecutivo nacional también hubo reproches porque no se llevaron adelante los planes previstos. Y amenazaron con auditorias. Pero el drama de La Plata destapa internas mucho más sucias como para desviar la indignación popular hacia chivos expiatorios.